entendimiento.
1. m. Potencia del alma, en virtud de la cual concibe las cosas, las compara, las juzga, e induce y deduce otras de las que ya conoce.
Es decir, el entendimiento es una facultad del alma. Bien subjetiva. A menudo, en la historia de la humanidad han surgido personas, conceptos, objetos, procesos que no son faciles de digerir, de entender. Suele suceder con escritores, músicos, locos, etc. Son aquellos incluidos dentro de la categoría de "vanguardia", muchas veces aclamados, y tantas otras repudiados.
Anoche, estuve en el Buenos Aires Jazz y otras músicas. Llegamos cuando terminaba una conferencia sobre los orígenes del Jazz. Café de por medio, presenciamos la puesta en escena de Alejandra Martin, una chica de una voz dulce como el caramelo, de un registro amplísimo, de una calidez desbordante. La acompañaba un trío virtuosísimo, que andaba los caminos de la ortodoxia del Jazz moderno (valga la aparente contradicción). En resumen, excelente. A continuación se presento una pequeña brasilerita, de una gracia increible, de una voz fuerte y seductora, acompañada por un guitarrista de la choncha-é-lalora (que ademas de descoser la de 12 cuerdas hasta romper alguna de ellas, le daba a la cítara con todo el sentimiento). Todo venía bien, como era de esperar, la gente excitada, vociferaba y aplaudía enérgicamente a los artistas. Que bueno, que alegre el ambiente, que eufórica concurrencia. Pero....pero...
La noche la cerraba un tal Anthony Braxton, yankee el señor. Tribunas repletas, ansia generalizada. Nueve y media, puntual, salió a escena su trío, compuesto por el mencionado hombre (afroamericano entrado en años, bien "negro Jazzero") en saxos y trombones varios, un muchacho de unos treintaipico en trompetas, y una jovencita en guitarra. Todo parecía iniciar como esperado, la gente aplaudía, gritaba. En eso estabamos cuando el negro gira sobre sí, y da un click en una notebook apoyada sobre un escritorio. Sonidos agudos, continuos, que parecían salidos de una pelicula de ciencia ficción comenzaron a oirse. Parecían seguir alguna melodía, al menos hice el esfuerzo por encontrar una, pero no. Perfecto, pensé, van a improvisar. El negro empezó a hacer sonar su saxo tenor, muy ágil, con sonidos "vivorescos". La guitarra lo comenzó a acompañar, con notas contracturadas, entrecortadas, rasgueos interrumpidos por pequeños yeites en alguna escala que vaya uno a saber. Hasta que saltó en escena el trompetista, que con estruendosos resoplidos, con movimientos ultra-rápidos de los dedos y con retorcijones de todo su cuerpo, comenzó a frasear y escupir sentencias alocadas. Bueno, así durante cinco minutos....otros cinco...ya iban 20 minutos y los tipos seguían asi, cada uno en la suya, aparentemente inconexos, pero la realidad era que se estaban comunicando de una forma íntima y profunda. Aquí es donde viene el problema del entendimiento. La gente comenzó a mirarse entre si, hasta algunos empezaron a dejar escapar risas cómplices, como diciendo "estos tipos están locos". Poco a poco, de a dos, de a tres, se fueron levantando, sigilosamente dirigiéndose a la salida. Debo confesar que a mi también me costó mucho entender lo que estaban tocando (si, en realidad todavía no lo entendí). Así fue que el público que había acudido ansioso, se fue retirando comentando que "porquería" que era lo que estaban tocando.
Puedo aceptar que se diga que algo nuevo, que se sale de los estándares, de los cánones de un estilo es "raro". Pero no puedo tolerar que se diga que es una "porquería", que es malo. Aquí es donde necesito volver a la definición de entendimiento. La falla, nuestro error, creo que aparece luego de concebir las cosas, cuando se las intenta comparar con lo que ya conocemos, y emitir juicio a partir de ahí. Gente, si es vanguardia, si es nuevo, con que lo queremos comparar? Con que criterio podemos decir que algo es malo o bueno? Porque, y esto si que no me lo puede discutir nadie, el negro tocaba que daba calambre. Conocía al instrumento como se conoce a un hermano, parecía que el saxo soprano fuese una continuación de su tráquea, dejaba todo el sentimiento en cada nota, movía los dedos como pocos. Ahora, que lo que estaba tocando no estuviese comprendido en 12 compases iguales, que no tuviese ni principio ni fin, es lo que hacía ininteligible, para la mayoría (me incluyo), el repertorio.
Me subi al colectivo, y como me esperaba un viajecito a casa, me puse a reflexionar (cagamos). Sentí que había presenciado un momento único en mi vida, una muestra de hipocrecía y falsedad generalizadas, de snobismo crudo. Me di cuenta de que el negro este era un genio, que tenía algo para decirnos, que se había cansado de sentir que "mierda, esto ya lo toqué mañana", que se había animado. Y nosotros, pobres idiotas, porque no nos había servido en bandeja cuatro acordes felices, comodidad y buen gusto, lo habíamos despreciado. Me fui a dormir pensando en lo deplorable que es la raza humana.
3 comentarios:
Alejandro Dolina cuenta que en Flores, a unos se les dio por renovar el tango. Empezaron cambiándole la letra, más tarde los instrumentos, finalmente los acordes y el nombre, al que reemplazaron por "rock and roll".
No sé quién era que decía que la diferencia entre un genio y un loco pasa por la aceptación o no de sus ideas en la sociedad.
Más allá de estos comentarios ajenos y robados, muy buen post, che. A mí trambién me gusta el jazz.
pd: ¡me mata que la RAE dé por hecha la existencia del alma!
jaja, no había reparado en la aceptación casi desprocupada del alma por parte de la RAE. Muy curioso.
Y yo se lo que decía Charly, aunque sea un lugar recontra común: La locura es poder ver más allá.
Hablando de Dolina, él también dice que lo que no nos gusta, siempre y cuando lo entendamos, pasa como si nada, sin inquietarnos y nos deja dormir tranquilos. En cambio, cuando algo desborda nuestro entendimiento, la reacción instantánea es la del enojo. Él lo explica mucho mejor de lo que lo estoy haciendo yo, pero creo que se ve el punto.
Claro que es después de muerto que el público acepta al artista. Todos juran haber estado en tal o cual concierto una vez que adquiere el carácter de legendario. "Yo estuve ahí", ese tipo de farsas. Pasó con Gardel, con Tanguito, con Luca Prodan. Nadie les dio pelota mientras vivían. De hecho, eran tomados por mediocres y nadie apostaba dos mangos por ellos. Y así funciona la cosa.
Sea como sea, creo que -sin embargo- cualquier cosa es perdonable después de la Burt Reynolds Ensamble.
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