lunes, 30 de abril de 2007

Posar el tigre tiene algo de total encuentro, de alineación frente a un absoluto; el equilibrio depende de tan poco y lo pagamos a un precio tan alto, que los breves instantes que siguen al posado y que deciden de su perfección nos arrebatan como de nosotros mismos, arrasan con la tigredad y la humanidad en un solo movimiento inmóvil que es vértigo, pausa y arribo. No hay tigre, no hay familia, no hay posado. Imposible saber lo que hay: un temblor que no es de esta carne, un tiempo central, una columna de contacto. Y después salimos todos al patio cubierto, y nuestras tías traen la sopa como si algo cantara, como si fuéramos a un bautismo.

Julio Cortázar, Los posatigres, Historias de Cronopios y Famas

3 comentarios:

Catnip dijo...

Es un fragmento tan atrapante que uno casi ni nota la palabra "tigredad"...

Ivana dijo...

Qué bueno reencontrarse con estas cosas de vez en cuando, nosotros que veníamos hablando de cronopios... Saludos.

Deliberado dijo...

El texto completo del cual extraje este fragmento me gusta demasiado por la forma alegórica en la que expresa (a mi entender) las búsquedas de Julio de un absoluto, de un centro, de un equilibrio. Leerlo me identifica bastante