lunes, 30 de abril de 2007

Posar el tigre tiene algo de total encuentro, de alineación frente a un absoluto; el equilibrio depende de tan poco y lo pagamos a un precio tan alto, que los breves instantes que siguen al posado y que deciden de su perfección nos arrebatan como de nosotros mismos, arrasan con la tigredad y la humanidad en un solo movimiento inmóvil que es vértigo, pausa y arribo. No hay tigre, no hay familia, no hay posado. Imposible saber lo que hay: un temblor que no es de esta carne, un tiempo central, una columna de contacto. Y después salimos todos al patio cubierto, y nuestras tías traen la sopa como si algo cantara, como si fuéramos a un bautismo.

Julio Cortázar, Los posatigres, Historias de Cronopios y Famas

lunes, 23 de abril de 2007

Que ese día coincidiera con la fecha de mi nacimiento pero 22 años después, sinceramente me era indiferente. Casi que me-chu-pa-ba-un-hue-vo. Solo era una buena -más bien excelente- excusa para reunir a toda la gente que estimo (de una manera u otra) en un mismo punto espacio-temporal. Asi fue que empezaron a caer uno tras otro, con fervientes saludos, entre chorreantes sanguches de vacío y vino tinto del no tan bueno. Lo bueno fue que, una vez saciadas las ansias de carne (vacuna) por parte de las huestes, la noche fue cediendo y los grupitos fueron fusionandose, cuales tribus de hormigas en un recién acabado hormiguero. Asi, litros de cerveza de por medio, los de aqui entablaron tertulia con los de allá, y los del fondo brindaron con los de abajo. Irrumpió una guitarra, la cual a expensas de trillados y recontrabastardeados clásicos de ayer y hoy del rock nacional unió en fervorosos coros las disímiles voces. A esta altura de la noche, no se podía diferenciar quien había venido con quien. Y uno ... feliz, y si. Feliz por poder sentirse cómodo en un ambiente donde supuestamente uno es bien conocido. Supuestamente... bueno, que mierda, feliz de todas formas. De ahi en adelante, lo previsible, lo cómodo y hasta cierto punto reconfortante. Terminamos todos alegres y sacudiendo las cachas en un sucucho de la zona. Ahora, ustedes imaginense todo esto, pero encima habiendo recibido una mega-edición de Cien años de soledad descomunal, una que otra novela de Roberto Arlt y Juan José Saer y variados discos de Jazz. La sumatoria temporal y material de todo lo anteriormente mencionado no puede NO proporcionarle a uno un instante de felicidad. Después, de vuelta a la cruda realidad.

miércoles, 11 de abril de 2007

Hay veces en las que nos desilusionamos al enterarnos, casi a la pasada, que la obra de cierto autor no es infinita. Enseguida, nos azota la idea de que va a exisitir un punto en el cual nada nuevo tendrá dicho autor para brindarnos. Intentamos reconfortarnos argumentando que las posibles combinaciones y variaciones de la interpretación de las finitas y numerables obras crece a un número tan grande que es aproximación del infinito para pobres mortales como nosotros.
Es sabido que en cierto período posterior a los 40 años del pueblo judío en el desierto, habitó cerca de las costas mediterráneas un hombre que pretendía ser un artista con producción constante. Algunos lo llamaban Flamén, otros Dios, la gran mayoría simplemente "loco". El extraño ser afirmaba que cada uno de sus actos era una producción artística, la cual era brindada por él a sus condiscípulos. Lejos hoy en día de tal situación de carencia de un mercado artístico, de editoriales, precios, ventas y contrabando, sería casi irrisorio poder consolarnos (nosotros, pobres mortales!) con aspirar a presenciar cada instante de vida del artista, cada dejo involuntario (o voluntario) de arte, cada acción u omisión que perpleje nuetros ojos y nuestra alma tan sensible. Es por eso, y dada la circularidad del universo, que debo repetir lo que en el comienzo, nos desilusionamos y reconfortamos de inmediato con leer una y otra vez, de una y mil maneras (acostados o tristes, llorando o saltando la soga, pasado mañana o hace 7 años) los distintos libros de distintos autores. Gracias a Dios (o a Flamén) somos solo pobres y limitados mortales.