domingo, 7 de octubre de 2007

Hay algo que me divide del resto del Universo, una frontera inasible que separa mi culo de aquello que lo rodea. Cuesta entenderlo, cuesta aceptarlo. Si bien yo soy lo que me rodea, y el que me rodea es un poco de mi, si bien el último e indivisible de los átomos de mi frontera está igual de adyacente al primer átomo de mi entorno que a cualquier otro que me pertenezca, la frontera -si bien casi inconcebible-, existe. O es una ilusión.
Otroreidad, ubicuidad, Nirvana y omniprescencia... sin embargo yo acá, ahora, de esta manera y encerradito en mi cómoda cajita de cristal, pensando y escribiendo.
Más allá de lo físico, lo material y lo tangible, más fácil es encontrar la forntera de pensamientos y sentimientos. Cómo concebir un único pensar, una vibración producto de millones más pequeñas, sintésis temporal y meta-material de millones de psiquis, millones de espíritus. ¿Cómo estar seguro de que soy yo quien en este momento conecta los hilos de este razonamiento?¿Cómo saber realmente que soy el único? ¿O seré todos?
El hombre, espejo y fiel reflejo (al mismo tiempo) de una divinidad indescifrable, condenado a la lógica, al descubrimiento de la estructura nuclear del Uranio, a la individualidad, a las horas perdidas y a la repetición constante.¿Seremos realmente algo? Realmente, ¿seremos?


El YO debe ser una ilusión más. Los espejos, sus perfectos complices.

2 comentarios:

Ivana dijo...

Ya lo han dicho: somos el lamentable producto de un dios de cuarta categoría.

Ignacio Martín dijo...

Coincido. Y mejor sería que ese dios no sea intervencionista. Con dioses así, mejor quedar a la buena de dios (cuac).