miércoles, 1 de agosto de 2007
La ciudad y las ilusiones
Al entrar al cuarto se podía vislumbrar toda la ciudad. Creí al principio que era una ilusión, que toda la crueldad que emana una ciudad no cabía dentro de un departamento, y menos en uno del barrio de Flores. El monoambiente parecía explotar en luces, humos y estruendos. Lo contradictorio era que se podían ver como un espejismo callejones, vendedores, absolutamente todo el paisaje habitual de una ciudad, en tamaño real. Todo dentro del monoambiente. Razoné enseguida que podría probar la inverosimilitud e irrealidad de la ilusión que se presentaba ante mis ojos con un simple artilugio matemático. Pensé que si giraba a mi derecha y caminaba, digamos, unas tres cuadras, luego volvía a girar hacia mi derecha y retrocedía las mismas tres cuadras acabaría nuevamente en la entrada a la ciudad, o sea, la entrada al departamento. Desilusión. Luego de la agitada marcha, acabé en un lugar en apariencia completamente distinto al inicial. En un intento por no perder la razón, me convencí de que si caminaba en línea recta sin cesar chocaría en algún momento con alguna de las paredes que delimitaban el monoambiente. Pues no querrán conocer mi desconcierto y desesperanza cuando al cabo de una hora de caminata, el paisaje y las gentes no cesaban de renovarse. Es probable que en realidad con solo haber continuado veinte minutos -o dos cuadras- más hubiese acometido mi fin, mas la terrible sensación de escepticismo y perdición se apoderó de mi (o debo decir que yo me apoderé de ella). Aqui es donde comencé a comprender y recordar (o imaginar) los tantos departamentos en los cuales me había perdido alguna vez, los muchos escenarios que se habían renovado en una y otra oportunidad en mi vida, y arribé a la fatídica conclusión de la igualdad de todos de ellos -y más aún, de su infinitud-. Pero un hecho en particular me ha mantenido en constante cavilación llegando al borde de la locura: la imposibilidad de encontrar los límites de esa ciudad, de escapar de ella, y asi bajar a la planta baja y regresar a las calles de Flores. Al día de hoy no lo he logrado y paso los días merodeando en busca de algun indicio de pared, de un zócalo, mientras en las noches alterno entre la perdición mundana y la escritura de relatos fantásticos. El último en el que estoy trabajando versa sobre una ciudad imaginaria incrustada dentro de un departamento. No logro concluirlo.
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1 comentario:
Mmmmmmmmm... Creo que cotizaría alto en una inmobiliaria un departamento que es una mezcla entre un Aleph y una de las ciudades invisibles de Calvino.
Abrazo de gol.
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